DE LA LACTANCIA A LA ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA...
Fuente: Diario Mi Hijo Ed.98La lactancia materna es la forma de alimentación que contribuye con mayor efectividad al desarrollo físico y mental del niño, proporcionándole nutrientes en calidad y cantidad adecuadas y ayudándole a prevenir enfermedades crónicas en etapas posteriores de la vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y nuestra Sociedad Chilena de Pediatría recomiendan que el niño reciba leche materna en forma exclusiva durante los primeros seis meses de vida y que constituya parte importante de la alimentación hasta los dos años, o más.
El problema del mantenimiento de la lactancia materna es básicamente social. Los nuevos roles de la mujer en las sociedades actuales, junto con ciertos mitos y desconocimiento de algunos aspectos del tema, así como la paulatina transición de la familia tradicional al desarrollo de nuevas estructuras familiares (monoparentales, homoparentales, etc.), pueden poner trabas para que este tipo de alimentación natural se instale o se extienda.
Beneficios y más beneficios
Entre los beneficios de una lactancia prolongada, además de los nutricionales, figuran las defensas ante infecciones que la leche humana proporciona y el consiguiente ahorro en los gastos médicos que ello conlleva. Además, sus beneficios se proyectan hacia la edad adulta, previniendo patologías como la obesidad y enfermedades cardiovasculares, a la vez que contribuye significativamente a mejorar el desarrollo cognitivo del niño.
Al amamantar, el contacto piel a piel favorece el apego y estimula la creación de vínculos de amor y seguridad entre la madre y el niño, permitiendo que éste afirme su presencia como persona a través de la interacción con su madre. Es por ello que se considera que la interacción del bebé durante los primeros días, semanas y meses con sus padres, y la formación de las bases de su personalidad y seguridad en sí mismo, están estrechamente ligadas al amamantamiento. Esto no significa que al no ser amamantado no se generen vínculos de apego, pero el amamantar favorece significativamente este proceso.
Además, la leche humana y el contacto piel a piel, aseguran el establecimiento de una microbiota intestinal saludable, lo que nos protegerá en múltiples aspectos a lo largo de la vida.
Para la madre, además de reforzar el vínculo afectivo con su hijo, disminuye el riesgo de hemorragias tras el parto y depresión postparto, así como de padecer osteoporosis y ciertos tipos de cáncer de ovario y de mama.
De la papa a la papilla…
Tras la etapa de la leche como único alimento -idealmente materna-, se debe dar inicio a la papilla o sopa-puré de vegetales con proteínas de origen animal, como carne preferentemente sin mucha grasa, (pechuga o posta de 3% materia grasa), huevos, pescado y mariscos y proteína de origen vegetal, como legumbres y cereales que iremos alternando, 3 o 4 veces a la semana, y el postre como papillas de frutas, naturales y frescas, bien maduras y lavadas, ojalá con cáscara (las que se pueda) y crudas.
También se puede preparar una papilla mezclando leche con cereales infantiles, que puedes ir alternando para que conozca otros sabores y texturas.
En esta etapa, pueden aparecer rechazos a algunos alimentos, por lo que es importante no perder la confianza, y seguir intentando, porque se sabe que tras algunas insistencias (a veces de hasta más de 10 veces), tu hijo va a recibir lo que días antes pudo rechazar.
En esta nueva fase de alimentación del bebé, hay que evitar los siguientes productos en la elaboración de las comidas:
- Azúcar, miel y sal, idealmente no utilizar hasta después de los dos años. Esto se debe a que se han relacionado con algunas alteraciones en las preferencias alimentarias que pueden dar problemas de conducta alimentaria posteriormente.
- Legumbres, huevo, pescados y mariscos se irán introduciendo gradualmente desde el inicio de la alimentación complementaria, dejando pasar alrededor de 5 días entre cada uno de estos nuevos productos para observar e identificar bien si producen alergias. No es conveniente retrasar la exposición a estos alimentos, aunque haya antecedentes de alergias alimentarias en la familia, ya que mientras más se atrase en ofrecérselos más riesgo hay de que se establezca una alergia alimentaria.
A medida que va creciendo, el bebé se vuelve más autónomo desde el punto de vista alimenticio, permitiendo (teóricamente), que la mamá invierta menos tiempo en darle de comer. Aunque, en la práctica, muchas veces se demuestra que cuanto más mayor se hace el niño, más incrementa su nivel de distracción con lo que le rodea, lo que puede alterar el proceso de alimentación normal.
Esa dificultad se puede sortear alimentando al pequeño en un lugar tranquilo, sin estímulos visuales como la televisión o juguetes, ni auditivos como ruidos estridentes que le distraigan, pues de lo contrario desatenderá la comida, pero al poco rato protestará para demostrar que vuelve a tener hambre.
Por eso, lo ideal es que el horario de comidas se integre a los horarios familiares, tan pronto eso sea posible, para aprovechar el efecto imitativo al ver comer a los papás y darle al acto de comer un sentido de familia.