TRASTORNOS CONDUCTUALES: ¿CÓMO IDENTIFICARLOS Y QUÉ HACER?
Fuente: Diario Mi Hijo Ed.83El desarrollo de los niños implica que, en ocasiones, tengan problemas de comportamiento. Es normal que en algún momento se enojen, desobedezcan y contesten de malas maneras. La expresión de las emociones es parte del desarrollo. También es importante que los niños aprendan a expresar si no están de acuerdo con algunas opiniones, normas o situaciones. Permitir, contener y guiar la forma en que expresan sus emociones es un camino de desarrollo. A medida que avanza el desarrollo, también se puede debatir sobre las normas, siempre sin traspasar los límites del respeto y sin llegar a las agresiones. Por otra parte, algunos niños tienen conductas disruptivas. ¿Qué significa? Que tienden a incumplir las normas, desobedecer, ignorar los límites, llegando incluso a faltar el respeto a otros niños o a sus cuidadores. … Se trata de conductas que generan mucho desagrado tanto para el niño como para quienes le rodean.
No es fácil diferenciar un trastorno del comportamiento de aquellas posibles conductas que están dentro de la normalidad pero que se acercan a extremos, que pueden experimentar los más pequeños y habitualmente suelen ser transitorias. Es necesario que padres y educadores presenten atención a los síntomas en vez de poner etiquetas como “malo”, “desobediente” o “travieso” ya que un diagnóstico precoz es crucial para que un trastorno a edad temprana pueda ser atendido, no se cronifique y evitar que perdure toda la vida.
Un equipo de profesionales expertos, habitualmente encabezado por un neurólogo, ha de ser el responsable del diagnóstico, y la clave para saber si un niño o adolescente presenta o no algún tipo de trastorno del comportamiento, es fijarse en la frecuencia de la conducta y la alteración que ésta provoque en la dinámica familiar o social. No es extraño que un niño tenga alguna que otra “pataleta” ocasionalmente, pero, si además habitualmente desobedece, se muestra agresivo, tiene dificultades en sus relaciones sociales, contesta de malas maneras, es desafiante con la postura y con la mirada, culpa a los demás de lo que hace él, se muestra rencoroso y vengativo, miente permanentemente, se muestra cruel con compañeros y/o animales, y sus continuas pataletas producen un deterioro significativo en sus tareas diarias, podemos considerar la existencia de un trastorno.
Trastorno negativista desafiante
Los niños con trastorno negativista desafiante muestran un estado de ánimo irritado, parece que estén constantemente enojados, llevan siempre la contraria y en muchas ocasiones, además de oponerse, también desafían a padres, cuidadores y profesores, situación que genera una constante frustración para quienes les rodean. Estos niños tienen dificultades para expresar sus emociones y, en muchas ocasiones, expresan la rabia, miedo o tristeza a través de la frustración y agresividad hacia los padres.
A menudo, estos niños suelen tener una actitud de hastío por parte de los padres, tal vez por su propio comportamiento que desencadenó en una discusión constante, o puede que sea el comportamiento de los propios padres el que condujo a los problemas del comportamiento del niño (o una combinación de ambas situaciones). Aunque este trastorno es más frecuente en familias cuyo estilo de crianza y educativo suele ser de trato poco afectivo, inconstante y negligente, en los que el vínculo padres-hijos se encuentra gravemente afectado, también puede darse en familias sin estos rasgos.
Los primeros síntomas suelen aparecer durante la edad preescolar y raramente después de la adolescencia temprana. Si no son tratados oportunamente, suelen presentar un mayor riesgo de problemas de adaptación en la adultez, como conducta antisocial, problema de control de impulsos, abuso de sustancias, ansiedad y depresión, por lo que cuanto antes se trate mejores resultados obtendremos.
Tratar a un niño con estas características no es fácil, ya que intentará ponernos a prueba continuamente. Con esta actitud lo que pretende es conocer hasta qué punto puede confiar en ti. Es decir, medirá tu capacidad de aguante e intentará rebasar los límites para que se los recuerdes.
Trastorno de Conducta
El niño con conducta negativista desafiante suele evolucionar en un trastorno de conducta importante, en el que no respetan los derechos básicos de los demás ni las normas, reglas sociales ni a las figuras de autoridad. Estos comportamientos son más graves y pueden incluir la agresión a personas o animales, destrucción de la propiedad, consumo de sustancias ilícitas, patrón de robos y engaños.
Las condiciones que contribuyen al desarrollo del trastorno de la conducta se consideran que son multifactoriales, lo que significa que muchos factores contribuyen a generar este problema. Las pruebas neuropsicológicas han demostrado que los niños y adolescentes con trastornos de la conducta presentan cambios en el lóbulo frontal del cerebro que interfiere con su capacidad para planear, evitar el daño y aprender de experiencias negativas. Se considera que el temperamento en la infancia tiene una base genética, pero que puede ser moldeada en un ambiente propicio.
Los niños o adolescentes a quienes se considera que tienen un temperamento “difícil” tienen más probabilidades de desarrollar problemas conductuales. Los niños o adolescentes de ambientes de hogares desfavorecidos, disfuncionales y desorganizados tienen más probabilidades de desarrollar trastornos de la conducta, aunque esta actitud no es propia de algún grupo socioeconómico. Se ha encontrado que los problemas de relaciones sociales y el rechazo del grupo de pares contribuyen a la delincuencia, así como ciertas carencias emocionales más prevalentes en estratos socioeconómico más vulnerables han sido asociadas con los trastornos de la conducta. Los niños y adolescentes que exhiben comportamientos delincuentes y agresivos tienen perfiles cognitivos y psicológicos distintivos cuando se comparan con niños con otros problemas mentales y grupos de control. Todos estos factores contribuyentes influyen en cómo los niños y adolescentes interactúan con otras personas.
Cada niño puede experimentar los síntomas de manera diferente, pero los comportamientos más comunes del trastorno de la conducta, se dividen en cuatro grupos principales, que son los siguientes:
Conducta agresiva:
- Comportamiento intimidatorio hacia los demás
- Acoso
- Peleas físicas
- Crueldad hacia otras personas o con animales
- Uso de armas
- Forzar a alguien a actividad sexual, violación o acoso sexual
Conducta destructiva:
- Vandalismo; destrucción intencional de la propiedad
- Incendio provocado
Falsedad:
- Mentir
- Robar
- Hurto en tiendas
- Delincuencia en general
Violación de reglas:
- Ausentismo escolar (no asistir a la escuela)
- Escapar de la escuela, de la casa
- Burlas hacia minorías o discapacitados
- Maldades, tanto en planeación como en la acción
- Actitud o comportamiento sexualizado muy precoz
El trastorno de la conducta con frecuencia coexiste con otros trastornos de salud mental, incluyendo trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, trastorno de estrés postraumático, abuso de sustancias, trastorno de déficit de atención/hiperactividad y trastornos del aprendizaje, aumentando la necesidad de un diagnóstico y tratamiento tempranos.
El tratamiento específico para niños con trastorno de la conducta será determinado por el equipo de salud de expertos en esta área, con base en:
- La edad, salud global e historial médico del niño
- La extensión de los síntomas
- La tolerancia a medicamentos o terapias específicos
- Las expectativas del tratamiento de la condición
- Su opinión o preferencia
El tratamiento puede incluir:
- Enfoques cognitivo-conductuales. La meta de la terapia cognitiva-conductual es mejorar las destrezas de enfrentamiento de problemas, habilidades y capacidades de comunicación, control de los impulsos y destrezas de manejo de la ira.
- Terapia familiar. Con frecuencia se enfoca en hacer cambios dentro del sistema familiar, como mejorar las capacidades de comunicación e interacciones familiares.
- Terapia grupal de pares. Busca desarrollar las destrezas sociales e interpersonales.
- A pesar de que no se considera efectiva en el tratamiento del trastorno de la conducta, la medicación puede ser utilizada si están presentes otros síntomas o trastornos y responden a la medicación.
Otros trastornos conductuales
Trastorno de ansiedad:
Los trastornos de ansiedad más frecuentes en niños y adolescentes son el trastorno de ansiedad por separación y las fobias específicas.
El trastorno de ansiedad por separación es el trastorno de ansiedad más frecuente en niños menores de 12 años. Este trastorno suele disminuir con la edad y desaparecer en la edad adulta, aunque en algunos casos se sigue manteniendo en la adultez. Es igual de frecuente en niños que en niñas, pero en la edad adulta es más frecuente en mujeres. Estos niños sienten miedo o ansiedad cuando tienen que separarse de una o varias personas con las que tienen especial confianza y apego. Durante la infancia esta persona suele ser un familiar y durante la adolescencia es más frecuente que sea algún amigo o la pareja.
Las personas que sufren este trastorno suelen pensar en los posibles daños que pueda sufrir la persona a la que están vinculadas cuando no están con ellos y tienen miedo de que ocurra alguna situación que los separe de forma indefinida.
Los síntomas principales son el rechazo a la separación de la persona con la que sienten ese apego extremo y signos físicos de ansiedad cuando se encuentran separados como pesadillas, falta de concentración y síntomas físicos (dolor de estómago, sudoración…).
Los niños y adolescentes con fobia específica sienten un miedo exagerado cuando se encuentran ante situaciones u objetos concretos y suelen evitarlos. Esta evitación les impide realizar algunas tareas de la vida diaria de forma eficiente como ir al médico. Hay numerosos tipos de fobias específicas: animales, entorno natural, sangre-inyecciones-heridas, situacional y otras circunstancias.
Es importante tratar estos trastornos durante la infancia porque, aunque suelen ir desapareciendo o aminorando su intensidad con la edad, hay ocasiones en las que pueden persistir e incluso empeorar en la edad adulta.
Trastorno depresivo:
Los trastornos depresivos más frecuentes en niños y adolescentes son el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, el trastorno depresivo mayor y el trastorno depresivo persistente o distímico.
El trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo es una de las causas más frecuentes por las que los padres llevan a sus hijos a las consultas de salud mental. Este trastorno se caracteriza por la presentación de una irritabilidad persistente y episodios de descontrol, como ataques de rabia, en niños con 12 años o menos.
El trastorno depresivo mayor es el más conocido y estudiado dentro de este tipo de trastornos. Se caracteriza por la presencia de episodios de al menos dos semanas de duración en los que la persona siente un cambio drástico en su estado de ánimo y su funcionamiento cognitivo que le impiden realizar las tareas diarias con normalidad, con signos de estar pasándolo mal, problemas para dormir o somnolencia o estado de ánimo irritable. Para realizar el diagnóstico de trastorno depresivo mayor solo es necesario que se dé un episodio, aunque normalmente suelen darse de manera recurrente. Cuando estos episodios se prolongan en el tiempo de forma crónica, durante al menos un año en niños y adolescentes, pasaría a ser un trastorno depresivo persistente (o distimia).
Otras condiciones de salud que pueden cursar con trastornos conductuales
Trastorno del Espectro Autista (TEA):
Las características principales de este trastorno son el deterioro persistente de la comunicación social recíproca y la interacción social, en múltiples contextos, y la presencia de patrones de conducta, intereses o actividades restrictivos y repetitivos. Estos síntomas están presentes desde la primera infancia (suelen aparecer a partir de los 6 meses).
Los signos concretos de este trastorno dependen de la edad del paciente, el nivel de desarrollo y la gravedad de la afección. Muchas veces los problemas de conducta están relacionados con la falta de capacidad de socializar y este es uno de los aspectos principales a abordar.
Síndrome de Gilles de la Tourette:
Este trastorno suele iniciarse en la infancia temprana e ir desapareciendo con el tiempo. El Síndrome de Gilles de la Tourette es un trastorno de movimientos automáticos e involuntarios (tics), motores o verbales, con movimientos o vocalizaciones súbitos, rápidos, recurrentes, no rítmicos y estereotipados.
Los niños y adolescentes que sufren este síndrome suelen sentirse incomprendidos y avergonzados, debido a que muchas personas piensan que hacen estas verbalizaciones o movimientos intencionalmente ya que hay contextos donde puede que los tics no aparezcan (por ejemplo, cuando están tranquilos en casa). Por ello es importante trabajar la autoconfianza con estos pacientes y hacerles sentirse comprendidos.
Si crees que tu hijo o hija pueden tener algún trastorno de la conducta, luego de conocer los síntomas acá descritos, no dudes en contactar a tu pediatra u otro especialista. Y no te asustes, con un tratamiento bien programado las posibilidades de éxito son altas.