EDITORIAL
La crianza ha cambiado con los aos
Dra. Teresa Alarcn O. Vicepresidenta Sociedad Chilena de Pediatra, SOCHIPE.
Estimados amigos de El Estetoscopio,
En esta ocasión deseo hablarles de los más pequeños que están a nuestro cuidado.
Los pediatras, además de controlar el crecimiento de los niños, pesarlos, medirlos e indicarles las vacunas, también nos involucramos en su alimentación indicando lactancia, modos de reemplazarla si fuera necesario, inicio de administración de alimentos sólidos y aconsejamos en cuanto a crianza.
Estos dos últimos puntos, los padres actuales no parecen entenderlos o no quieren hacerlo por diversas razones: comodidad, modas o incluso temor a la reacción del niño.
Por ejemplo, la moda de transportar a los lactantes (incluso a los prematuros), envueltos junto a la madre en una larga bufanda de 5 metros de largo, incómoda de poner y engorrosa de retirar. En Chile, herederos de la cultura de los españoles, siempre se cargó a las guaguas en brazos y los padres modernos del siglo XXI los llevaban en una canasta o en coche.
También nos ha invadido el “baby led weaning”, tendencia iniciada por la enfermera de salud pública estadounidense Gill Rapley que en su aplicación casera por estos lados ha generado más de algún episodio de atoro en lactantes cercanos al año de edad.
También nos invadió el colecho, sinónimo para los pediatras antiguos de hacinamiento, antesala de la promiscuidad.
Así como a los padres actuales les resulta fácil incorporar estas modas foráneas, les es difícil asumir algunas consecuencias de dichas modas. Por ejemplo: ¿qué diría un padre seguidor del colecho si la consecuencia de este colecho es un episodio asfíctico del niño, o peor aún, lesiones graves por aplastamiento del lactante?
En cuanto al manejo de lactancia y destete, percibo también dificultades o retrasos a la hora de iniciar la formación de hábitos saludables de sueño, horario de comidas, variaciones en los menús, transición de alimentos picados y enteros, etc.
Tras la incorporación del pañal desechable vemos niños en edad de jardín infantil que no han desarrollado aún el control de esfínteres. La comodidad del pañal desechable perpetúa su uso a pesar del costo que implica. Los padres, con sus externas jornadas laborales, suelen delegar en la abuela o la tía del jardín estas misiones que son de su responsabilidad. Y hay que recordar que los pañales desechables son altamente contaminantes si pensamos en el tiempo que demora su degradación en el ecosistema.
Igualmente ocurre con la estimulación del lenguaje y la incorporación a la mesa familiar en silla alta.
Valoramos el enorme aporte profesional de fonoaudiólogos en la estimulación de lenguaje de niños con trastornos del habla o RDSM. Pero surge una reflexión: ¿Es necesario que niños y niñas normales asistan a escuelas de lenguaje? Nunca antes las sucesivas generaciones requirieron en su edad menor de escuelas de lenguaje. Las madres de antes arrullaban a sus niños con canciones de cuna, aprendíamos con ellas las rondas y cuentos que ayudaban a incorporar palabras y sus significados.
Comprendo que la conquista de la independencia económica de mis pares mujeres, mediante la educación y el acceso al trabajo remunerado, cambió su percepción en tanto mujeres de los derechos y la libertad, en todo semejantes a los varones, pero no enseñó que la decisión -porque es una elección-, de ser madre iba de la mano del renunciamiento a, por lo menos, parte de los tiempos laborales; porque el rol materno de guía protectora es difícilmente reemplazable, especialmente en los primeros cuatro años de la vida del cachorro humano.
En estos cuatro años el cerebro del niño es como una esponja que absorbe información aceleradamente, desarrolla mallas de neuronas y dendritas, el niño aprende el idioma materno y otros con facilidad, comprende el significado de las buenas y malas palabras aplicándolas muy bien, aprende a reconocer las señales de peligro que vienen del ambiente y otras personas. Algunos aprenden a leer antes de cumplidos los cuatro años, a tocar el piano e instrumentos de viento con maestría, a cantar, bailar, recitar, contar historias y chistes.
Pero algo que se olvida con facilidad es que también el cerebro emocional está desarrollándose con frenesí y es la edad en que internalizamos la diferencia entre el bien y el mal, aprendemos el sentido de lo propio, a ser valientes controlando nuestros miedos, a amar, no mentir, no robar, a ser respetuosos, solidarios, colaboradores, compasivos. ¿Quién de nosotros no se durmió llorando con pena inconsolable por su mascota herida, perdida o muerta?
Esta edad es aquella en la que aprendemos a postergar la recompensa, tal vez lejana, a controlar el deseo imperioso del ahora y las respuestas de furor. La avalancha de múltiples regalos que invade a niños para cumpleaños, Navidad, Día del Niño, Día del Alumno, Halloween, etc., etc., tal vez les entrega un mensaje complejo: la inmediatez es MUY importante. Con ello, pudiera caerse en la distorsión y aprendizaje del chantaje y el soborno.
Por todo esto mi deseo es motivarlos a enseñar a los padres y los niños que atienden en sus consultas y en APS, estos eternos principios que les acompañarán por siempre.